26/4/09

Victor Heredia x 2

MANDARINAS (A María Cristina, que vive todavia en cada primavera) Recuerdo: cuando niño robaba mandarinas, redondeces de oro que una dulce vecina cuidaba de mis garras -mis garras asesinas- como quien cuida el tiempo que no arruine la vida. Yo esquivaba en la siesta la leve ligustrina, sobornando a su perro con sobras de cocina, y entraba al terrenito de Doña Catalina, que dormía su sueño tras pesadas cortinas. Alzaba mi tesoro y escalaba la encina, después, con un silbido, le avisaba a Cristina y comíamos juntos, y ella a veces reía con risa transparente y fulgor de aguamarina. Silbo de vez en cuando para ver que sucede aunque hace tantos años que talaron la encina, y aunque no me lo crean a veces siento risas, y un perfume en el aire, como de mandarinas.. .

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